22. Enno Haar
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Hoy es viernes, hace sol y no hay ni una nube en el cielo. Son alrededor de las tres de la tarde, las terrazas están llenas de gente. En toda España es hora de comer. Para algunas personas ya ha empezado el fin de semana. Estoy sentado en la esquina de una terraza, ubicada en una carretera muy transitada, con dos carriles en ambos sentidos. La terraza en la que me encuentro linda con esta carretera y con otra calle lateral, más tranquila y de sentido único. Aquí esperan los coches en el semáforo para girar hacia la carretera transitada. Sin embargo, dicha tranquilidad desaparece cuando los coches se ven obligados a conducir invadiendo la acera y nuestra terraza, porque una furgoneta azul averiada bloquea gran parte de la calle, justamente donde se encuentra el semáforo. Tiene el capó abierto y las luces de emergencia encendidas, pero no veo a ningún conductor. «¿Puede haber sido un atropello? Ni idea». Nadie hace ni caso al coche.
Mientras tanto, una multitud de personas disfruta de su comida: compañeros, amigos, familias. La mayoría beben cerveza o vino. El grupo a mi lado se lo está pasando bomba. Son, en su mayoría, hombres de mediana edad. Amigos, supongo. Hablan en voz alta y se ríen mucho. Comparten distintos platos: ensaladilla rusa, croquetas, jamón ibérico, gambas. Todo ello acompañado de unas cervezas. Dan por finalizada la comida con un café.
A eso de las cuatro y media, uno de los hombres se levanta de la mesa. Se despide del resto del grupo con un fuerte apretón de manos. Se dirige a la furgoneta azul en la esquina de la calle, cierra el capó, arranca su coche y se va.