6. Kai

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6. Kai

Lunes por la mañana, 8:45.

Un hombre ya estaba esperando en la calle, delante de la entrada. Probablemente es de China. O quizá de Japón. Puede que incluso sea de Corea del Sur. Es extremadamente alto para una persona de ese rincón del mundo. Es obvio que para él también es su primer día. Estamos en Salamanca, esperando en la puerta de una escuela. Hoy empiezan nuestras clases de español. No es mi primera vez, dado que ya tengo experiencia en otras ciudades de España. Así pues, no me sorprende mucho que todavía no haya llegado nadie y que por ello no podamos entrar. Nos saludamos ligeramente con la cabeza, sabiendo que los dos somos nuevos en esta escuela. Esto último es evidente para mí, ya que los estudiantes que no son nuevos suelen llegar poco antes de las nueve o incluso pasadas las nueve, al igual que los profesores. Él escribe algo en su móvil y mira por un momento la pantalla. Me pregunta en español de dónde soy. Viendo que ha tenido que traducir esa pregunta y teniendo en cuenta su pronunciación, es probable que acabe de comenzar a aprender esta lengua.

Resulta que se llama Kai, es de Japón y está en el curso de principiantes. Los primeros días me encuentro muchas veces con él en el pasillo o en el patio de la escuela. Cada vez que nos vemos me pregunta: “¿Qué tal?”. Siempre parece alegre y, sobre todo, muy motivado.

Viernes por la mañana, 8:30.

Es el último día de la primera semana en la escuela. Entro en un bar para tomar un té, tengo tiempo de sobra antes de que empiecen las clases. Allí veo a Kai, está sentado. Él no me ve porque está leyendo un periódico español. En este país, casi todos los profesores de español te aconsejan leer periódicos. Kai no ha tardado nada en seguir este consejo. Me acerco y lo saludo. “¿Qué tal?”, me pregunta otra vez. Le felicito por estar leyendo el periódico. Lo noto muy orgulloso, es obvio que se siente un poco más alto de lo que ya es. Kai llegará lejos.

Por cierto, no le he dicho que estaba leyendo el periódico al revés.