10. Estoy aquí con una chica

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10. Estoy aquí con una chica

Mis primeros dos viajes a España los hice en coche. La razón más importante: ¡podía llevar mi bici! Después de estos dos viajes, siempre dejo mi bici en casa. Mucho más seguro. La primera vez solo llevé mi bicicleta de carretera y la segunda vez también la de montaña. Con las ruedas desmontadas y todo bien colocado, pude viajar sin problema. Ambas veces Málaga era el destino, en el sur de España. A tan solo algunos kilómetros al noreste de la ciudad se encuentran los Montes de Málaga, un gran parque natural donde puedes disfrutar del ciclismo como un niño pequeño. Puedes subir en bicicleta desde el nivel del mar, acompañado de unas vistas espectaculares al parque natural, a la ciudad, al mar Mediterráneo y, si está despejado, con vistas a Marruecos, que queda a 20 kilómetros al otro lado del mar, a una altitud de unos 1000 metros. Con la bicicleta de carretera en camino asfaltado, te encuentras regularmente con coches o compañeros ciclistas. Es mucho más tranquilo con bicicleta de montaña. De hecho, cuanto más alto subes, menos posibilidad tienes de ver gente: a veces puedes pasar hasta media hora sin cruzarte con nadie. Dado que las subidas inclinadas también son descensos, la velocidad que puedes llegar a coger en esos caminos, a menudo muy estrechos e irregulares, es muy alta. 

Las fotos que tomé durante los primeros paseos en bicicleta no dejaron indiferentes a mis dos compañeros de bici en Holanda. No pasó mucho tiempo antes de que Hans y Willem llegaran al aeropuerto de Málaga un sábado al mediodía. Por la tarde alquilaron una bicicleta de montaña y por la noche brindamos por la semana de hermosos paseos en bici que teníamos por delante. Al día siguiente, los tres entramos en el parque de los Montes de Málaga. Las fotos no habían mentido. En las subidas más inclinadas tuvimos que dejar que Hans subiera el primero, pero lo pillamos en los descensos. Después de todo, Hans es siempre el más inteligente del grupo. La última bajada del día fue muy larga, ocho kilómetros. Me encontraba pedaleando entre Willem y Hans, la superficie era de arena y piedras. Al pasar una curva,  todo se torció.

Después de la caída, me acosté de lado en el suelo, tenía dificultad para respirar y apenas podía moverme. Tenía a mis dos amigos encima de mí, intentando auxiliarme. Intenté levantarme con el brazo contra el pecho. Sangre, ropa rasgada y un dolor de narices. Mientras mis dos compañeros más experimentados murmuraban algo sobre mi clavícula, me quitaron el casco y trataron de darme de beber un poco de agua. Tenía que salir de allí, pero estábamos en medio de un parque al que los coches no tenían acceso y el pie de la montaña, es decir, la civilización, estaba a unos cuatro kilómetros. Mis amigos trazaron un plan con una excursionista que había llegado hasta donde estábamos: la excursionista llamaría a un taxi, Hans bajaría en bicicleta para esperar al taxi y Willem cogería mi bicicleta y haría de apoyo en mi descenso. Creo recordar que esta caminata nos llevó cerca de una hora, pero tengo los recuerdos borrosos. Caminamos hasta que llegamos a la salida del parque, donde comenzaba el camino pavimentado y donde, supuestamente, Hans estaba esperando para llevarme a un hospital rápidamente. Sin embargo, allí no había ni Dios. Ni Hans, ni taxi. Willem cogió su móvil y llamó a Hans en altavoz. -¿Dónde estás?-  preguntó.

– Estoy aquí con una chica. – Fue su respuesta. No podía creer lo que estaba escuchando, me cagué en él. «¿Qué quieres decir “con una chica”?; ¿dónde diablos estás?; y lo más importante: ¿dónde coño está mi taxi?»

A día de hoy, todos nos seguimos riendo de la respuesta de Hans. Después de caminar lo más rápido posible, Hans llegó a la carretera principal, pero no encontró ningún taxi. Ni siquiera después de media hora. Con su mejor inglés, empezó a abordar algunos coches con una historia vaga sobre un amigo que se había caído y tenía que ir al hospital hasta que dio con mi ángel de la guarda. Pobre Hans. Pobre chica. Estaban un poco más lejos del lugar acordado. 

Hans y Willem se quedaron con todas las bicicletas y la chica me llevó al hospital más cercano. En el coche, ella me dijo que iba a llegar tarde al trabajo. En la entrada me puso en una silla de ruedas y me condujo hasta llegar a la recepción: “Lo siento mucho, pero tengo que irme corriendo, ¡buena suerte!”

Allí estaba, con mi ropa de ciclismo rota y ensangrentada. La adrenalina empezó a  desaparecer, y el dolor se hizo cada vez más intenso. Sin embargo, y gracias a los analgésicos que me administraron después, no estaba plenamente consciente. Con la voz de Hans diciendo “estoy aquí con una chica…” me quedé dormido.


¡Ahora practica tu comprensión lectora!

1. ¿Como va Jan, el escritor, al hospital?
A. A pie
B. En bici
C. En un taxi
D. En el coche de la chica

2. ¿Qué país NO se menciona en la historia?
A. España
B. Portugal
C. Holanda
D. Marruecos

3. ¿Quién dice la frase ‘estoy aquí con una chica’?
A. Hans
B. Willem
C. La excursionista
D. Jan, el escritor de la historia

4. ¿Para qué verbo del texto necesitas un vaso?
A. Abordar
B. Brindar
C. Murmurar
D. Trazar

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